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Jesús es rechazado en Nazaret

Jesús fue rechazado en su pueblo


Escritura: "¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él." (Marcos 6:3 - NVI).



¿Te sientes bienvenido cuando vienes a la iglesia? ¡Espero que sí! Después de todo, muchos de los niños que están aquí son tus amigos. Puede ser que veas algunos de ellos en la escuela. Puede ser que otros vivan en tu comunidad. Probablemente juegues con ellos y tengas mucho en común con algunos de ellos. Aun los adultos que ves hoy saben quién tú eres y probablemente conocen quienes son tus padres. De ser así, ¿cómo no sentirte bienvenido?


Déjame hacerte otra pregunta. Si Jesús entrara hoy aquí, ¿Crees que se sentiría bienvenido? Posiblemente contestarías "Sí." Después de todo, todos conocemos quien es Jesús y las cosas maravillosas que ha hecho, pero ¿te sorprendería saber que Jesús no fue bienvenido en la sinagoga de su pueblo, en Nazaret? De eso es que nos habla la lección bíblica de hoy.


Jesús había sanado a muchas personas y aun resucitado a una joven. Salió, regresando a su pueblo. Como siempre hacía, Jesús fue a la sinagoga el sábado. Comenzó a enseñar y muchos de los que estaban allí se maravillaron de lo que estaban escuchando. No sabían que Jesús era tan sabio y tenía tanto poder.

Otras personas en la sinagoga comenzaron a burlarse de Jesús. "¿De dónde sacó estas tales cosas? -decían maravillados muchos de los que le oían-. ¿Qué sabiduría es esta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que vienen de sus manos? 3 ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?"

Ellos estaban ofendidos por las enseñanzas de Jesús y rehusaron creer en él.


Jesús les respondió a aquellos que le rechazaron diciendo: "En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra, entre sus familiares y en su propia casa." En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. Y él se quedó asombrado por la incredulidad de ellos.

Jesús les dijo a sus discípulos que fueran sus testigos hasta los confines de la tierra (Hechos 1:8). Pero, así como muchos en Nazaret rechazaron a Jesús, también rechazarían a sus discípulos. Si compartimos a Jesús con otros podríamos ser rechazarnos también. Ellos podrían decir: "¿Quiénes se creen que son? Solo son un grupo de niños." Jesús nos pide que seamos sus testigos. No prometió que sería fácil serlo.


Padre, al igual que Jesús fue rechazado en su pueblo, podemos ser rechazados cuando le hablemos a otros acerca de Jesús. Ayúdanos a mantenernos fieles al ser testigos tuyos, aun cuando no sea fácil. Oramos en el nombre de Jesús.


Amén

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