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Una promesa es una promesa

Cumpliendo nuestras promesas

Escritura: "Y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor"

(Lucas 2:26-NVI).

Es el comienzo de un nuevo año. Un nuevo calendario para un nuevo comienzo en la vida. Muchas personas comienzan el nuevo año haciendo resoluciones para el nuevo año. Hacer una resolución es como hacernos una promesa de que haremos varias cosas. Usualmente es una promesa de portarnos mejor el próximo año de lo que nos portamos el año anterior. He aquí una lista de resoluciones que pueden ser buenas para que los niños hagan.


Miraré menos televisión y haré más ejercicio.

Me pondré mi cinturón de seguridad cada vez que esté en un carro.

Me portaré bien con otros niños (¡aún con mis hermanos y hermanas!)

Guardaré mis juguetes cuando termine de jugar con ellos.

¿Puedes pensar algunas otras resoluciones que pudieras hacer?


Algunas personas no toman seriamente las resoluciones de Año Nuevo. Después de todo, son sólo promesas hechas a uno mismo. Piensan que, si no las cumplen, no es importante. Bueno, ¡realmente sí es importante! Una promesa es una promesa, y es importante cumplir con tus promesas, aun siendo una promesa hecha a ti mismo.


Dios es siempre fiel al mantener sus promesas. En la Biblia hay una historia acerca de un hombre llamado Simeón. Simeón era un hombre bien viejecito que había servido fielmente a Dios toda su vida. Simeón había estado esperando la llegada del Mesías. Dios le había prometido que no moriría sino hasta que viera al Cristo, el Mesías prometido.


Unos días después que Jesús hubo nacido, María y José lo llevaron al templo para dedicárselo a Dios. Simeón estaba en el templo como siempre. Tan pronto Simeón vió al niño, supo que Jesús era el Cristo y que Dios había cumplido su promesa de que no moriría hasta que hubiese visto al Mesías

Simeón tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios diciendo: "Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos".


Ana, una profetiza, estaba también en el templo. Ella siempre estaba alabando y orando en el templo. Entró al templo justo cuando Simeón estaba hablando con María y José. Cuando ella escuchó lo que Simeón estaba diciendo, comenzó a alabar a Dios y a decirle a todos que ese niño era el Salvador que Dios había prometido. Tanto Simeón como Ana sabían de que Dios es fiel a sus promesas. Dios es fiel a las promesas hechas a ti y a mí.


Hoy, al comenzar un nuevo año, recordemos que tal como Dios es fiel en cumplir sus promesas, nosotros debemos ser fieles cumpliendo las nuestras. No importa que la promesa sea hecha a nosotros mismos, a un amigo, o a Dios. Después de todo, ¡una promesa es una promesa!


Amado Padre, tal como eres fiel para cumplir tus promesas, ayúdanos a ser fieles en el complimiento de las nuestras. En el nombre de Jesús oramos, amén.



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