Migajas de la mesa
Cuando nos sentamos a los pies del Maestro, somos alimentados.
Escritura: "La mujer se acercó y, arrodillándose delante de él, le suplicó: ¡Señor, ayúdame! Él le respondió: No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos" (Mateo 15:25-27 NVI).
¿Tienes un perro? ¿Qué le has dado de comer? ¿Alimento enlatado? ¿Comida seca? ¿Le has dado alguna vez de la comida que tienen en la mesa? La mayoría de los veterinarios opinan que uno no debe darle comida de la que comemos. ¿Por qué? Ellos dicen que los alimentos que comemos no están hechos para los perros y pueden no proveer los nutrientes que los perros necesitan. Puede ser que sea cierto, pero trata de convencer a tu perro de eso cuando se sienta al lado de la mesa observando cómo te comes un buen pedazo de carne. Tal vez la comida no sea hecha para él, pero eso no deja de evitar el que se siente al lado de la mesa, pidiéndote migajas de tu comida y esperando que algo caiga al piso para él tomarlo. Mantén esto en tu mente mientras escucha nuestra lección de hoy.
Cuando Jesús vino a la tierra, vino a predicar y a enseñar primero a los judíos. Eso no quería decir que no amara a las demás personas del mundo, pero la prioridad de su ministerio era que el pueblo escogido por Dios viniera al arrepentimiento.
Cuando otras personas vieron a Jesús sanando a los enfermos y los cojos, lo seguían doquiera iba. Un día hubo una mujer de Canaán que vino a Jesús y le pidió que sanara a su hija. Jesús le explicó a la mujer que su prioridad era ministrar al pueblo de Israel.
La mujer rehusó darse por vencida. Se acercó a él, se arrodilló y suplicó: "¡Señor, ayúdame!"
Jesús respondió: "No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros." La mujer contestó: "Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos."
Jesús se conmovió tanto con la fe demostrada por la mujer que le dijo que, por su fe, su hija sería sanada.
A pesar de que Jesús vino primeramente por los judíos, nos ama tanto que comparte ese amor con nosotros. Creo que soy algo parecido a Mac, pues a pesar de que la comida no fuera preparada especialmente para mí, no me privaría eso de comer de ella. Gozosamente me sentaría a los pies del Maestro y agradecidamente recibiría cualquier migaja que cayera de la mesa.
Querido Padre, gracias por amarnos tanto que compartes tu Hijo con todo el mundo, para que a través de él podamos ser salvos. En el nombre de Jesús oramos. Amén.